Tacho Utrera, con estirpe de laudero

En Santiago Tuxtla, vio una y otra vez a su padre Esteban Utrera construir cajas para muertos, trasteros (para colocar utensilios de cocina), sillas, rejas para puertas, casas de madera y, por supuesto, instrumentos musicales

Por Édgar Ávila Pérez

Xalapa, Ver.-En las entrañas de la selva, el niño Tacho Utrera Luna aprendió a la vieja usanza a tratar la madera y darle forma: cortar los palos con hacha y machete, moldearla con una hechiza garlopa y lijar con pedazos de botellas de cristal.

En El Jato, una pequeña comunidad en el municipio de Santiago Tuxtla, vio una y otra vez a su padre Esteban Utrera construir cajas para muertos, trasteros (para colocar utensilios de cocina), sillas, rejas para puertas, casas de madera y, por supuesto, instrumentos musicales con los que dejaba salir notas, porque además de carpintero, era campesino y músico.

“Mi papá tuvo la experiencia y le tocó ese tiempo en que no había tecnología ni herramientas y todo era a mano. Se tallaba a mano, se ahuecaba a mano y se lijaba con vidrio, porque no había tiendas ni ferreterías”, rememora a la distancia aquel chaval convertido en laudero.

En aquel reducto de selva virgen de América, en el caluroso sur de Veracruz, viajar a la población más cercana implicaba un día entero a caballo, por eso cuando  Don Esteban  necesitaba pulir sus guitarras o jaranas, sus dos hijos -entre ellos Tacho- eran el conducto para conseguir botellas de cristal, romperlas y usarlas para que los instrumentos musicales quedaran impecables.

“Aprendí de mi papá y mi papá de su abuelo y el abuelo de su papá… es una cadena familiar que tenemos tanto en la música como en la fabricación de instrumentos y se siente muy bonito ser parte de eso”, afirma.

Ahora, desde la comunidad de  Consolapan, un lugar frío enclavado en la zona montañosa central, Tacho crea instrumentos musicales –con herramientas más modernas- que dan vida al Son Jarocho, un estilo musical lleno de improvisación, complejidad y color que se tocan durante los fandangos.

En la región cafetalera de Coatepec surgen de sus manos todo tipo de jaranas, desde el Chaquiste, Mosquito, Jarana Primera, Jarana Segunda, Jarana Tercera y hasta la Tercerola; por supuesto el Requinto Punteado, la Guitarra de Son y la Leona, este ultimo un cordófono de 4 cuerdas que hace la función de bajo.

 “Siento una pasión al trabajar un instrumento, siento que le pongo parte de mi para que salga con buen sonido, la misma gente habla de mis instrumentos entonces creo que hay que ponerle mucha pasión y hacerlo con mucho cariño”, dice el hombre de sombrero y de manos curtidas.

Sus creaciones suenan a hermandad, comunidad y a unir gentes. Son reconocidas entre los soneros de todo el Golfo de México, porque irradian amistad y comunión.

Foto: Javier Manzola

“Para que suenen bien no existe un secreto. En mi forma de pensar creo que si tienes una buena madera y la trabajas bien vas a obtener un buen sonido, pero el espesor del fondo y las paredes influye para que un instrumento sea bueno”, dice el hombre de sombrero.

Un hombre modesto, afirma que sus instrumentos suenan igual que cualquier otro fabricado por otro laudero, que lo importante es quién rasga las cuerdas para que surja magia transformada en el son jarocho.

“El sonido es igual al cualquier otro laudero, pero depende mucho del sentimiento que le pongas al tocarlo, cada individuo que tenga un instrumento mío va a sonar según la pasión que sienta en un fandango”, insiste.

Tacho forma parte de la prestigiada familia de los Utrera comandada por Don Esteban, campesino y requintista que conformó una agrupación de sones jarochos en 1992,  la cual ha llevado a los fandangos y huapangos a foros nacionales e internacionales.

La música, verso y tablado, forman parte de la piel de este laudero y músico, a quien se le acaban las palabras para describir las emociones que transpiran de su piel cuando tienen en sus manos uno de sus instrumentos trabajado durante un mes.

“Es algo indescriptible decir lo que siento, porque es algo que me llena tanto, ver el instrumento terminado, tocarlo es algo muy grande, es una felicidad enorme ver como de un pedazo de madera sale un instrumento y con tal sonido”.

Foto: Édgar Ávila
Foto: Édgar Ávila
Foto: Édgar Ávila
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